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Shunko


Shunko (en quichua: el más chiquito) es una novela del escritor Jorge Washington Ábalos, publicada por primera vez por la Editorial La Raza (Tucumán) en el año 1949; se convirtió en un clásico de la literatura argentina al ser utilizado como libro de lectura en el sistema escolar.
La novela nos habla de la relación entablada entre un maestro proveniente de la ciudad con los niños quichua hablantes de la zona del Río Salado en Santiago del Estero. En el fondo muestra “ una visión más democrática del proceso educativo, en el que tanto el maestro como el alumno se enseñan mutuamente, aprendiendo uno del otro”.
En 1959 fue llevada al cine por el Director Lautaro Murúa.

 Ilustracion de Baldessari - Editorial Losada.

El árbol

Carta enviada por el Ing. Oscar. T. Farías

En los recuerdos de nuestra infancia quedan grabadas algunas referencias que nos ubican en tiempo y espacio. Si volvemos, después de mucho tiempo, a algún lugar importante de nuestra infancia, es probable que el descubrir algún elemento éste actúe como activador de más recuerdos que parecían olvidados. La obra más conocida de Jorge Washington Ábalos es Shunko. En este libro, el autor relata la vida de los alumnos de una escuela rancho existente a orillas del río Salado, en el paraje Puente Negro. El miércoles 15 de agosto pasado pude conocer a Belindo, uno de los personajes del libro. Había regresado al pago después de 44 años de ausencia. Me ofrecí para llevarlo a la escuela de su infancia y el brillo de sus ojos me dijo que si. Para él era un volver a vivir. Llegamos a Puente Negro, en las cercanías de Colonia Dora y entramos a la actual escuela. Belindo comprobó que no queda nada de la vieja edificación y buscó el árbol pero no lo encontró. Ese algarrobo grande que buscaba ya no existe más. El comentario de Belindo, respecto a que no estaba el árbol de sus recuerdos, me hizo recordar una nota que le hizo el diario La Nación a Benicio “Shunko” Palavecino en el año 2000. A Shunko, quién vivía en Buenos Aires, le preguntaron si volvió alguna vez al pago y dijo lo siguiente: - En 1991 me invitó la delegación de Santiago del Estero. En 1992 volví a ir y después no fui más. Allí miré el árbol, vi a todos mis parientes y fue una alegría muy grande. Shunko pudo ver el árbol, Belindo no. ¡Qué lástima que no seamos capaces de conservar aquellos elementos materiales que tienen valor histórico y sentimental! Si Jorge Washington Ábalos pudiese volver a la escuela buscaría los restos de la vieja edificación y el árbol. Seguro que al ver que no están diría algún insulto en quichua.

Shunko (fragmento)


Portada de la primera edición - Ed. La Raza - Tucumán
Dibujo de Carola Briones

(…)

En el sulky que me llevaba a la estación tenía dolorosamente dentro de mí la mirada de estupor de todos ustedes al ver que me alejaba cierta y definitivamente. Me perseguían los pequeños hombros de Josefina convulsionados por los sollozos. Me acompañaba la vergonzante sensación de cobardía y deserción. Pero la “ansiedad viajadora” había sido más fuerte que todo eso ¿sabes?

La verdad, Shunko, es que uno no se ausenta definitivamente de ningún lugar en donde haya vivido con el sentimiento. Uno se va quedando de a trozos en el camino; deja un pedazo de sí en el horcón de un rancho, en el recodo de un río, en un retazo de monte en el afecto de la gente… y por eso, cuando me acuerdo de vos, de los otros chicos, de los árboles ésos, siento como si algo me tironeara de atrás.

A veces me despierto a media noche y oigo algún coche solitario, o un grupo de jinetes que pasa por el puente cercano. Su andén está hecho con doble fila de gruesos durmientes de quebracho, los cascos de los caballos golpean cuidadosos, en un tanteo desconfiado, y las ruedas del coche van saltando de uno en otro; hay un durmiente flojo que suena más.

Algunas veces no termino de despertar del todo y retomo el sueño; pero otras veces me despierto y comienzo a preguntarme si el coche que pasa el de Roberto, que ha ido al pueblo, o el de don Ambrosio, o si la chata que vuelve vacía pertenece a algún ruso de la vecina colonia de la Jewish. Si es un grupo de jinetes, ya sé que vuelven del pueblo, seguramente ebrios, hombres de “La Costa”, que difícilmente pasarán sin lanzar algunos gritos de desafío a estos no muy tranquilos vecinos del “Puente”; claro a esta hora no obtendrán respuesta: los “guerreros” de aquí que no han ingerido alcohol para que se afecten por los gritos costeros. Cuando ocurre que me despierto quedo preocupado; vos sabes que hace varios años que salí de allí, y aquí, en la ciudad que duerme, los ruidos de la noche son otros, y no hay puentes de desparejos durmientes de quebracho.

Tengo que cuidar más mi alma; ella se desprende cada vez con más frecuencia de mí y se anda por aquella región tan grata al recuerdo y al corazón. Anda vagando en las vueltas del río, está en los árboles que plantamos, camina por las huellas incansable, busca flores de garabato y está siempre cerca de ustedes. Un día he de volver a buscarla, iré al río y allí llamaré por mi nombre, andaré por los caminos gritando mi nombre y he de gritar mi nombre a los árboles. Y he de recuperarla. Pero aún así no te olvidaré, Shunko. No te olvidaré porque al pensar en ti pienso en todos los chicos campesinos, en los que he conocido y en los que no he visto nunca.

Tampoco he de olvidarme de tu vida dura y difícil. Te prometo que si algún día está en mis manos aliviártela lo he de hacer.

¡Ah!, no creas que estoy hecho un pueblero; te diré que cuando tropiezo o me enojo, todavía digo malas palabras en quichua.

Adiós, salvaje.
Tu maestro “que antes era”


Fuentes:
Biblioteca Popular Jorge Washington Ábalos
Wikipedia

shunko-fragmento.txt · Última modificación: 2015/04/16 13:05 por 127.0.0.1