Juan Felipe Ibarra fue un caudillo federal, político y gobernador de Santiago del Estero del período pre constitucional.
Hijo de Felipe Matías Ibarra, Sargento Mayor de la frontera del Salado, y de María Andrea Antonia de Paz y Figueroa, nació en Villa Matará el 1 de mayo de 1787. Sus hermanos fueron: Francisco Antonio Ibarra, Coronel de la provincia, asesinado en los sucesos de 1840; María Águeda Ibarra, casada con Leandro Taboada; y Evangelista Ibarra.
La familia poseía estancias y había entre sus miembros militares y sacerdotes, descendían de distinguido linaje hispánico colonial. Al quedar huérfano de padre, su tío paterno, sacerdote, lo instruyó en las primeras letras y en la doctrina cristiana. Luego, con la anuencia de su madre y la ayuda de su tío materno el Presbítero Juan Antonio de Paz y Figueroa , fue enviado a completar estudios al Colegio de Monserrat en Córdoba, con miras a la profesión religiosa.
La vida cerca de la naturaleza, en constante tensión por las luchas con los indios, malones, robos y venganzas probablemente le confirieron los atributos de carácter que se le atribuyen: áspero y desconfiado, solitario y poco comunicativo, excelente jinete, conocedor a la perfección de la selva y de las costas del Salado.
El historiador Luis Alen Lascano nos dice: “Amaba entrañablemente a su tierra nativa. Era santiagueño por los cuatro costados. No sólo en su fuerte conformación espiritual, sino hasta en la fortaleza física, aguantadora, frugal, y mortificada por el clima. Católico fiel y ortodoxo; se propuso siempre hacer y respetar los dogmas y el culto religioso. Mandó construir bellos templos, como el de La Merced, en Santiago y el de la vieja Villa de Loreto. Contribuyó con limosnas y obras a crear el Convento de Belén y a la reedificación de San Francisco.”
Fue uno de los voluntarios santiagueños que marcharon a defender Buenos Aires en 1806 en las invasiones inglesas. Luego fue incorporado al batallón de Patricios Santiagueños organizado por Juan Francisco Borges en 1810. Ingresó al Ejército del Norte y luchó en las batallas de Potosí, Huaqui, Las Piedra, Tucumán, Salta y Sipe-Sipe.
En 1817 Manuel Belgrano le confirió el grado de Capitán y lo nombró Comandante General de la frontera de Santiago del Estero, con base en el Fortín de Abipones.
En 1823 se casó por poder con Buenaventura Saravia, dama salteña hermana del que más tarde fuera gobernador de esa provincia Mateo Saravia.
De su posterior relación con Cipriana Carol nace su único hijo Absalón Ibarra.
A partir de 1820 se concreta la organización autónoma de Santiago del Estero, que hasta ese momento dependía de la jurisdicción de Tucumán. La Autonomía santiagueña no fue aceptada por el gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz ; en enero de 1821 tropas tucumanas al mando de Gregorio Iramaín se enfrentan con tropas de Ibarra en “Los Palmares” con el triunfo de los santiagueños.
Güemes envió auxilio a Ibarra ante la posibilidad de un nuevo ataque tucumano. El 3 de abril en el “Rincón de Marlopa” se enfrentan las fuerzas santiagueñas y las salteñas comandadas por Alejandro Ibarra, los tucumanos derrotan a las fuerzas combinadas.
A instancias del gobernador de Córdoba Juan Bautista Bustos se firma el Tratado de Vinará el 3 de junio de 1821, que detiene momentáneamente los enfrentamientos y compromete a las partes a elegir diputados para enviar a un congreso que se reuniría en Córdoba con el fin de organizar institucionalmente al país (ante el fracaso del Congreso de San Lorenzo).
En 1824 se llama a un nuevo Congreso que se reúne en Buenos Aires. Al recibir la convocatoria, Ibarra convoca a la Asamblea Electoral que es presidida por Pedro J. Frías; se eligieron como diputados al Dr. Félix I. Frías, Don Pedro Carol y los sacerdotes Pedro León Gallo y Vicente Mena. Santiago del Estero, al igual que lo hizo Buenos Aires y otras provincias, se reservó el derecho de aceptar o no la constitución que surgiere del Congreso.
En el orden interno, en el año 1826 se creó el primer Poder Legislativo de la provincia que fue dividida administrativamente en 10 departamentos. Los primeros legisladores fueron: Santiago de Palacio y Baltasar Olaechea (Capital); Juan J. Lami (Silípica); José C. Romero (Loreto); Mariano Santillán (Soconcho); Manuel Alcorta (Asingasta); Padre José A. Álvarez (Salavina); Juan M. Iramain (Sumampa); Padre Francisco Somellera (Guañagasta); Francisco Salvatierra (Matará) y Felipe Ferrando (Copo).
En Buenos Aires, el Congreso ya se había declarado constituyente en 1825.
El 6 de febrero de 1826 se dictó la Ley de creación del Poder Ejecutivo Nacional. Se les había solicitado a las provincias duplicar el número de diputados pero no se esperó a que ello ocurriera para tomar esa determinación. Al día siguiente se eligió a Bernardino Rivadavia como Presidente de la República y entre otras disposiciones polémicas que se tomaron estaba “una hipoteca de la tierra pública para consolidar la deuda nacional con los bienes inmuebles de todo el territorio del país”.
La legislatura santiagueña había elegido a Manuel Dorrego, Lami, Amancio Alcorta, Angel F. Carranza y Antonio M. Taboada para incorporarse al Congreso. Ante el licenciamiento de uno de ellos asume Ugarteche.
Manuel Dorrego representaba a Santiago del Estero porque tenía una larga amistada con Ibarra, habían sido camaradas de armas y había vivido en la provincia en sus días de destierro. En el congreso dio muestras verdaderas de defensa de la provincia a la que representaba. Consultada sobre la forma de gobierno por la que optaban, Santiago del Estero se pronunció por el régimen republicano y federal. Los diputados santiagueños Felix Frias, Antonio Maria Taboada y Juan A. Neirot, por diversas razones se inclinaron por los unitarios.
A pesar de los esfuerzos, la Constitución aprobada fue de claro corte unitario.
En enero de 1827 Manuel Tezanos Pintos, delegado del gobierno nacional, llega con la misión de lograr la aceptación de la nueva constitución por parte de Santiago del Estero. Ibarra la rechaza, lo mismo que la rechazaron muchas provincias, e intima al delegado a dejar la ciudad en el término de 24 horas.
Comienzan las invasiones unitarias a la provincia. Lamadrid fue derrotado en “Palma Redonda” y “Rincón de Valladares”.
En 1827 se firma un Tratado que propiciaba un nuevo congreso “cuyo objeto sea constituir el país bajo la forma de gobierno federal y la nacionalización de las rentas aduaneras”. Se elige a Pbro. Manuel Vicente Mena y Don Urbano de Iriondo, historiador santafecino, amigo de López e Ibarra, como representantes ante el congreso.
Esta marcha hacia la unión nacional se ve entorpecida por el asesinato de Dorrego ocurrido el 1 de diciembre de 1828. Ese crimen, la sublevación de Lavalle y el envío de una expedición al mando de José María Paz hizo que la guerra estallara nuevamente.
Atacado por tropas desde Córdoba y Tucumán, Ibarra buscó un armisticio, el 27 de Mayo de 1830 envió desde su campamento la renuncia al cargo de gobernador y se exilió en Santa Fe.
Las fuerzas triunfantes convinieron en nombrar a Manuel Alcorta como gobernador la provincia.
La economía propiciada desde Buenos Aires, libre comercio con Europa, arruinaba la industria de las provincias. Surgieron aduanas internas e impuestos a fin de defender el mercado interno. En 1822 Ibarra impuso gravámenes sobre productos ultramarinos que competían con los fabricados en Santiago. En 1823 se acuñó la primera moneda para impulsar el comercio.
En 1821 Sor Ana María Taboada de Paz y Figueroa fundó la Casa de Ejercicios de Belén. Esto fue posible gracias a las donaciones de Ibarra y a que el sacerdote Juan José Lami donó los terrenos.
En septiembre de 1822 se dispuso el funcionamiento de una escuela pública en el Convento Santo Domingo a cargo del maestro Pío Cabezón. Al año siguiente se hizo cargo de la misma fray Juan Antonio Grande.
En 1823 la educación pública estaba en manos de sacerdotes y maestros laicos diseminados en poblaciones rurales.
En 1823 la Iglesia Matriz fue clausurada por los serios deterioros que sufrió tras el terremoto de 1817 y se la trasladó a La Merced que fue declarada Catedral; permaneció en esa situación hasta 1877.
El segundo período de gobierno de Ibarra abarca desde el 16 de febrero de 1832 al 15 de julio de 1851, fecha de su muerte.
Nombró como Ministro General a Adeodato de Gondra. Al día siguiente de asumir creó la municipalidad y nombró al frente a Sebastián Palacio. El 20 de febrero la Legislatura lo asciende a Brigadier y Capitán General, y a su hermano Francisco Antonio Ibarra le confieren el grado de Teniente Coronel.
En mayo de 1832 le otorgan un mandato por tres años. En junio creó el Departamento de Policía y se dictó su Reglamento. Luego abolió el Cabildo y algunos artículos del Reglamento Provincial que trataban acerca del Poder Judicial y se faculta al gobierno a nombrar jueces.
El 23 de febrero de 1833 protestó ante Inglaterra por la ocupación violenta de las islas Malvinas.
Continuó combatiendo a los indios en la frontera del Salado. Dictó prohibiciones sobre el expendio de bebidas alcohólicas en la calle, y prohibió el juego en las pulperías. Dispuso la mensura de los terrenos particulares.
En diciembre de 1834 solicita a la Legislatura la sanción de una Constitución. Antes de que venciera su mandato, mediante una maniobra hizo que todos los comandantes de campaña le dirigieran un oficio por el que le solicitaban que fuera elegido “gobernador vitalicio con facultades extraordinarias y declarados nulos los poderes dados a los representantes”. Leído esto en la Legislatura, acto seguido destituyó a todos sus miembros, obteniendo así la suma del poder público.
En febrero de 1835, Facundo Quiroga comisionado por Juan Manuel de Rosas en misión pacificadora logra que Santiago del Estero, Tucumán y Salta firmen un Tratado de alianza, paz y amistad. Luego de esto Quiroga partió desde Santiago a Córdoba. Ibarra le advierte sobre la posibilidad de un atentado; tres días después fue asesinado en Barranca Yaco.
Ibarra buscó un nuevo tratado de amistad con Catamarca y La Rioja, como forma de contrarrestar la influencia del gobernador de Tucumán Alejandro Heredia sobre el norte argentino. Heredia fue asesinado por instigación de Marco Avellaneda en noviembre de 1838; entre sus asesinos figuraba Vicente Neirot, santiagueño emigrado. Luego del asesinato, la lucha de las distintas facciones permitió la reaparición unitaria y la lucha contra Rosas.
Estanislao López murió en junio de 1838, su concuñado Domingo Cullen se hizo fugazmente del poder. Juan Pablo López, hermano del caudillo reaccionó “desalojándolo del poder y persiguiéndolo”. Rosas, en tanto, lo acusaba de estar en connivencia con los franceses (bloqueo francés al Río de La Plata). Ibarra le dio asilo en Santiago del Estero puesto que lo conocía desde su exilio en Santa Fe. Sin embargo, al aumentar los indicios de su participación en la intriga que se gestaba en Montevideo contra Rosas, además de un atentado local contra su vida que tramado por el oficial Bonifacio Albornóz a instancias de Cullen, Ibarra decidió enviárselo a Rosas en cumplimiento de las obligaciones extraditarias del Pacto Federal. Albornoz fue ajusticiado.
A principios de 1840 se formó la Coalisión del Norte que se oponía a Juan Manuel de Rosas. Ibarra optó por continuar con su alianza con Rosas y el 18 de julio salió de campaña contra el ejército unitario. Antes delegó el mando en su ministro Adeodato Gondra (julio 1840-octubre 1841).
El 19 de septiembre de 1841, bajo el mando del brigadier Oribe, Ibarra participó en la batalla de Famaillá como jefe del ala izquierda del dispositivo federal, y aprovechó para colocar en el gobierno tucumano a Celedonio Gutiérrez. También ayudó a su cuñado, Saravia, a hacerse elegir gobernador de Salta.
En octubre de 1840 se producen las invasiones de Manuel Solá, líder unitario salteño. Solá capturó la ciudad desierta, emitió algunas proclamas inútiles y persiguió sin resultado a Ibarra. Los invasores fueron combatidos con las tácticas de las montoneras y “tierra arrasada” , los ejércitos unitarios abandonaron la provincia derrotados. Enviaron a Santiago del Estero al coronel Acha, a intentar nuevamente derrotar a Ibarra. Tuvo en mismo resultado que cuando había llegado con Solá. Incluso perdió la división de correntinos con que lo había reforzado Lavalle, ya que éstos se pasaron a las fuerzas de Ibarra. Acha huyó hacia Catamarca.
En la madrugada del 25 de septiembre de 1840 se sublevaron las fuerzas encabezadas por el Comandante Domingo Rodríguez, Santiago Herrera, Máximo Cáceres y Ramón Roldán; “fracasada la expedición de La Madrid por el lado de Catamarca se tentó recurrir a la sublevación interna (…) participaban de la conspiración además de los nombrados el comerciante español José María Libarona y el Juez Pedro I. Únzaga (Alen Lascano Luis).
Francisco Antonio, hermano del gobernador, se dirigió al lugar a fin de que depusieran su actitud, pero sorpresivamente fue lanceado y muerto. Al conocer la noticia Ibarra, y conociendo que querían matarlo, huyó hacia la orilla opuesta del río, con algunos fieles seguidores.
El comandante Rodríguez convocó al Juez Pedro Ignacio Únzaga para que eligiera gobernador. Mediante un acta redactada por José María Libarona y firmada por 41 vecinos, Rodríguez es elegido gobernador.
Su primer acto de gobierno fue levantar un aporte “voluntario” con el fin de pagar a la tropa, pero la tropa al enterarse que la revolución era contra Ibarra se insurrecciona a favor de Ibarra. Rodríguez y algunos seguidores huyeron a Tucumán.
Al llegar Ibarra desde Pitambalá al mando de 200 hombres encontró que Rodríguez había delegado el mando en el Juez Únzaga. Ibarra recuperó el poder y declaró traidores a los revolucionarios y a los firmantes del acta. Los persiguió física y económicamente, y los castigó con prisión, destierro y ejecuciones. La mayoría fueron desterrados a El Bracho, fotín de frontera, donde murieron Libarona y Únzaga. Rodríguez fue apresado y ejecutado cruelmente.
Muchas familias debieron emigrar, entre ellos la familia Frías, Gorostiaga, Manuel y Amancio Alcorta, entre otras.
Actualmente, numerosos historiadores opinan que los castigos impuestos por Ibarra fueron exagerados por sus detractores. Si bien actuó con decisión y crueldad, solo fueron ejecutados o desterrados los cabecillas conjurados, en tanto que la mayoría de los firmantes del acta no sufrieron represalias.
Desaparecidos Estanislao López y Facundo Quiroga, Ibarra quedó como el principal lugarteniente de Rosas.
Durante la década restante de su gobierno no hubo guerras civiles, ni se hicieron obras públicas, ni reformas políticas; el crecimiento económico fue bajo, y no hubo avances en la frontera con el indio, cuya acción recrudeció desde 1840.
1847 fue un año de padecimientos para Santiago del Estero. Una gran sequía que provocó hambruna y una epidemia azotaron la provincia. Rosas envió socorro en dinero y para administrar esos fondos se nombró una comisión integrada por Ángel Carranza, Manuel de Palacio y Santiago del Villar.
En 1849 Ibarra enfermó de gota. En su último año de vida fue asistido por el médico francés Dr. Bruland, que había sido enviado por Rosas. Su esposa Ventura Saravia estuvo a su lado durante el tiempo que duró la enfermedad. En su testamento la nombra heredera y pide ser enterrado en el Tempo de La Merced. Murió el 15 de Julio de 1851. Ventura Saravia permaneció en Santiago del Estero luego de su muerte, hasta que después de Caseros todos sus bienes fueron confiscados y debió refugiarse en Tucumán.
Existen dos leyendas acerca de Ibarra que se contraponen.
Por un lado nos dicen que se trató un guerrero de la independencia, con gran amor por su tierra por lo que luchó por mantener la autonomía de su provincia y librarla de las incursiones de los aborígenes del chaco. Por otra parte, otros lo describen como uno de los más crueles tiranos que vivieron en esa época. En la defensa de Ibarra se expiden Orestes Di Lullo, José Néstor Achával, Luis C. Alen Lascano, María Mercedes Tenti. Entre sus detractores: Baltasar Olaechea y Alcorta, Alfredo Gargaro, Ángel J. Carranza, Vicente Fidel López, Tulio Halperin Donghi.
Conocemos las palabras de quienes se fueron o fueron perseguidos, no de quienes se quedaron.
Ibarra fue un personaje clave en la historia argentina, por lo que el camino iniciado por el Dr. Orestes Di Lullo, que inauguró la revisión histórica en torno a su persona y su tiempo, seguido por otros historiadores que tratan de develar la “verdad histórica”, nos guiarán para conocer más profundamente los hechos históricos e ideológicos que lo llevaron a recorrer el camino andado.
Fuentes
Alén Lascano, L. (1968) Juan Felipe Ibarra y el federalismo del norte. Buenos Aires : Ed. Peña Lillo
Alén Lascano, L. (1991) Historia de Santiago del Estero. Buenos Aires : Ed. Plus Ultra
Castiglione, A. V. (2011) Historia de Santiago del Estero. Buenos Aires
Coalición del Norte
Compilación: María Andrea Volmaro
Imágenes: internet - Wikipedia